martes, 29 de noviembre de 2011

Guerra sin Fin


        Por décadas el pueblo colombiano ha soñado con el fin de un conflicto tan absurdo como sus participantes. Para comprender por qué este país está sumido en la inseguridad habría que remontarse al menos un siglo y medio atrás o tal vez desde la mismísima independencia y hasta tiempos coloniales porque no (tendríamos que ir a los libros de historia). El conflicto armado en Colombia surgió por la incapacidad por parte de los partidos políticos de gobernar en orden y con justicia (algo que también padecen los demás países en Latino América). Esta incapacidad data de siglos atrás como ya mencioné, cuando los libertadores no lograron entender la realidad en su momento. Y esta incapacidad ha sido transferida de un gobierno a otro, como un rasgo genético del cual no nos podemos librar. Es bastante claro que hoy en día la mayoría de los gobernantes siguen faltos de este entendimiento, la mayoría siguen siendo soberbios dictadores bajo un disfraz democrático. Un problema que resulta aún más grave es que la gente corriente sacrifique la libertad y venda la verdad por una promesa de progreso que nunca llega. Los más recientes ejemplos que podemos llamar son (en el caso Colombiano) los falsos positivos y el espionaje y tiranización de rivales políticos. Es cierto que se ha hablado bastante de estos dos temas pero parece que aún no se entiende la magnitud de los hechos. Es un poco contraproducente hablar de seguridad democrática cuando el único partido político que puede tener la razón es aquel que está en el poder. También resulta un poco desacertado que se sacrifiquen nuestros hijos de manera injusta para inyectar la mentira al pueblo de que el fin está cerca. El fin no está cerca, esa es la triste realidad aunque la gente de a pie quiera creer lo contrario. Y es normal que el pueblo se empecine en creer lo contrario pues la ansiedad de cuatro décadas deja marcas, deja un afán por olvidar la violencia atrás, un afán que nos hace vulnerables a cualquier historia que nos cuenten.

            El fin no está cerca, y lo digo con seguridad porque las guerrillas en Colombia no son una cuestión política sino un negocio y este negocio sigue recibiendo grandes cantidades de dinero. Se pueden acribillar todos los líderes que las guerrillas de izquierda y derecha tengan, las mismas guerrillas pueden dejar de existir, pero sus integrantes nunca dejaran las armas y seguirán fomentando el tráfico de cocaína hacia Europa y Norte América, la realidad colombiana se parece un poco al cuento de Cortázar en el cual el Cronopio necesitaba salir a la calle pero necesitaba la llave que estaba en el cajón de la mesa, en el cuarto, en la casa, en la calle, y allí se confunde el país, puesto que para solucionar su problema necesita que los consumidores actúen.

            Hace poco el Presidente Santos toco el tema de la legalización de estupefacientes en los países consumidores (buen comienzo) con bastante delicadeza, su pretexto -lo crucificarían- . Y me pregunto yo  si es más importante la agenda que un país extranjero tenga o el bienestar del pueblo colombiano.





Agradecimientos a Javier Villarreal por su colaboración en este artículo.

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