viernes, 30 de septiembre de 2011

Una Realidad que se Desdibuja.

          La realidad Latinoamericana es un monstruo pasivo que devora lentamente sus habitantes. Divididos por las influencias políticas, culturales, sociales y religiosas; sus pueblos cada vez se aferran más a esa actualidad que es una fantasía. Sin oportunidades de avances en la escala económico-social, el ciudadano Latinoamericano se encuentra en una situación que no difiere mucho de las naciones que hace unos doscientos años ganaron su independencia de los imperios Europeos. Es cierto que la esclavitud y la servidumbre han sido eliminadas por ley en cada una de las naciones Latinas, sin embargo la aplicación de estas leyes es una pantalla con la cual los actuales gobiernos le esconden al mundo la realidad. Hablo del minero Chileno que aún se tiene que enfrentar al “Chiflón del Diablo” de Lillo, de que el problema del indio aun es el problema de la tierra planteado por Mariátegui, de que las mujeres siguen siendo propiedad privada que solo se emancipa huyendo al exterior, de los bajos sueldos cuando los hay y de la inflación que le revienta la ilusión al obrero común. Los mejores talentos han tenido que emigrar sea por falta de oportunidades o por falta de garantías sociales. La inestabilidad local es la bonanza de las potencias, es por eso que vemos como las cosas no terminan de asentarse después de tantas décadas de guerras civiles, de partidos y de bolsillos. Las grandes potencias escogen a sus representantes y los intereses de las masas quedan en el aire. Así entonces nos encontramos países con recursos extensos pero infraestructura pobre, pocas redes viales y de transportación, puertos mediocres, sistemas de salud que no responden a la demanda diaria, pensiones que solo existen para senadores y presidentes, ¿y dónde queda la gente? El ciudadano ordinario se limita a gritarle malas palabras a un espejo o a una pared mientras que los universitarios y profesores son tachados de comunistas o socialistas por reclamar un cambio. La realidad Latinoamericana se desdibuja, como una queja o un grito, como en la pintura de Edvard Munch, el Latinoamericano se toma la cabeza y sin creérselo se deja introducir en una dimensión en la cual las cosas jamás cambiaran, poco a poco, con tres pesos que resuelven el pan diario su capacidad de razonar es destruida.

            El problema Latinoamericano ya no se basa simplemente en la tierra o la raza, el problema Latinoamericano moderno es uno de conocimiento, de ignorar de donde se viene y de no querer saber cómo todo terminará; un problema que radica en el control ejercido sobre los medios de comunicación que filtran la información a conveniencia y también en la falta de estímulo educativo por parte de los gobiernos para así poder tener una gran masa que viva en la mediocridad y que no sea capaz de razonar y escapar, escapar de esa pesadilla.